[ 06-11-2015 ]
Era la mina más grande de la antigüedad. Su perímetro de 10 km encierra en 1.000 hectáreas los restos de lo que fue una montaña que, primero los pueblos autóctonos, y después los romanos deshicieron durante más de 4 siglos para extraer el oro que guardaba en sus entrañas. Al ser un terreno poco consistente, lo hacían por el método de la inundación: abrir galerías que luego llenaban de agua hasta hacerlas reventar. La tierra así liberada era luego cribada y lavada hasta recuperar las pepitas que contenía. Hace 1.800 años la montaña fue abandonada por agotamiento del mineral, aunque en realidad nunca fue demasiado productiva: se calcula que en toda su existencia, no dio más de 4.500 kg de oro y para esto tuvieron que remover nada menos que 100 millones de m3 de tierra. Pero desde que en 1997 la UNESCO la declaró Patrimonio de la Humanidad como 'Paisaje cultural' este violentamente hermoso lugar parece haber cobrado nueva vida. Hoy todo el conjunto puede visitarse, (incluyendo los restos de los castros preromanos) de forma guiada. Hay un Aula de interpretación arqueológica del lugar que proporciona las claves básicas para comprender lo que fue aquello. Y se ha establecido un programa de investigación y conservación de sus recursos, de forma que Las Médulas pueden ser útiles para el aprendizaje práctico de la historia de los seres humanos que lo poblaron y explotaron, de su tesón y su ingenio, pero también de su codicia y su violencia.
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ETIQUETAS: Médulas, León, Roma, oro, turismo rural
[ 28-03-2014 ]
...En Ponferrada fuimos directamente a comer al Bodegón, lugar conocido por sus famosas patatas bravas, cuya salsa es un secreto por el que merece la pena hacer la larga cola. Tras el café y la animada conversación de sobremesa, fuimos dando un paseo a visitar el Castillo de los Templarios, que a todos impresionó por su solidez y esencia histórica, y después fuimos a visitar la Basílica de la Encina, patrona del Bierzo. A unos 10 kilómetros de Ponferrada se encuentra Molinaseca, donde pasamos la noche, no sin antes hacer la obligada ronda de bodegas. Recuerdo especialmente las tapas y los cortos de vino del Mesón el Real, plagado de peregrinos incluso en pleno invierno. Pasamos la noche en aquel pueblo evocador de madera, piedra y pizarra, en el Hotel de Floriana, del que teníamos muy buenas referencias y que efectivamente nos resultó exquisito.
Con las energías recobradas y la buena fortuna del cielo azul, fuimos a visitar a la mañana siguiente el Parque de las Médulas. Desde el Mirador de Orellán se obtiene una espléndida panorámica, pero la visita se tornó especialmente mágica recorriendo las enormes cuevas horadadas por la actividad minera de los romanos en busca de oro. Después, de camino hacia Peñalba de Santiago, pudimos paladear toda la majestuosidad del Valle del Silencio, paisaje típico del Bierzo, espíritu leonés. Las calles franqueadas por antiguas casas de madera precedieron a una magnífica comida sin igual en el mismo Peñalba a base de botillo (una suerte de embutido típico de la zona) con cachelos (patata cocida), y por supuesto regada con el buen vino de la tierra. Visitamos rápidamente Villafranca del Bierzo y Cacabelos (cuna del vino berciano), desviándonos por una de sus salidas hacia el Palacio de Canedo, donde pasamos la última noche de nuestra breve escapada, impresionados por cada uno de los detalles de aquel maravilloso lugar rodeados de viñedos de los que procede el vino con el que regamos la velada.
Una mención especial al lacón con pimientos y cómo no, a la deliciosa tarta de castañas. A decir verdad, siempre es duro regresar de un viaje en el que todo ha salido a pedir de boca (como puede verse, nunca mejor dicho)
Rosa Mª. Casado (Barcelona)
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