[ 18-12-2015 ]
Aunque casi siempre queda relegada a un segundo plano, ensombrecida por la cercanía de Zamora, lo cierto es que antiguamente la ciudad de Toro fue capital de provincia y guarda en sus rincones un tesoro cultural realmente impresionante. Un recorrido por sus numerosísimos monumentos, tanto de carácter religioso como civil, nos dejará sencillamente asombrados. El románico empapa las construcciones históricas entre las que destaca La Colegiata, el templo más conocido de Toro. Su construcción comienza en el año 1100, durante el reinado de Alfonso X, y se termina en el siglo XIII.
A la entrada de la ciudad hay un toro de piedra o Verraco que se remonta a sus orígenes celtíberos. Muchos historiadores afirman que se trata de un símbolo que se colocaba en determinadas rutas de interés. Los itinerarios dan para mucho: en esta localidad de menos de 10.000 habitantes podemos encontrar alrededor de diez iglesias, siete palacios de diferentes épocas y estilos, tres importantes monasterios, además de otras joyas emblemáticas de la ciudad como el Arco del Reloj, una torre barroca de planta cuadrada cuyo mortero, según asegura la leyenda, fue amasado con vino porque en aquel momento abundaba más que el agua. La Casa de la Nunciatura se mantiene cuidada y perfecta como recreación de otros tiempos, hecha de piedra y madera al más puro estilo castellano. Y para cuando el cansancio empiece a hacer mella en los pies y en el estómago, estaremos en el sitio perfecto para darle rienda suelta al saboreo de los manjares castellanos más exquisitos: el Duero divide la provincia de Zamora en dos regiones: Tierra del Pan, en su ribera derecha, y Tierra del Vino, en la izquierda, ambas sin duda inseparables a la hora de paladear cualquiera de las especialidades de la zona: ancas de rana al ajillo, lechazo, y por supuesto, el queso zamorano.
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