Ruta con un recorrido total de unos 78 Km. Desde Santo Tomé (ida y vuelta).

 

La Moraña es una comarca de gran personalidad. Sus tierras llanas, de pan llevar, se hayan salpicadas de pequeños pueblos en los que se conserva una peculiar arquitectura popular de ladrillo o de adobe. Las iglesias mudéjares, siempre de ladrillo, forman parte consustancial del paisaje. La ruta propuesta discurre por un paisaje cerealista – a veces interrumpido por bosques de pinos y alamedas- donde contactan la Alta y la Baja Moraña.

 

San Juan de la Encinilla es un pueblo donde su pasado fue más glorioso que su presente. La enorme iglesia parroquial – hoy situada a las afueras del pueblo- nos remite al siglo XVI, cuando se dotó del interesante retablo y de cuadros de valor. Está declarada Monumento Histórico-artístico. El pueblo -típico de la Moraña- conserva numerosas casas con fachadas de ladrillo llenas de motivos decorativos de ese material: frisos, aleros…A las afueras hay un Vía Crucis completo de cruces de granito, alguna de las cuales posee una bella decoración figurada.

 

A 7 Km. encontramos Narros de Saldueña, donde a su arquitectura popular –cuya estética responde al modelo Morañego- hay que añadir la iglesia y, sobre todo su castillo-palacio, levantado a finales del siglo XV por Don Rodrigo de Valderrabano. Es de estilo mudéjar, muy probablemente obra de los moros abulenses Mofarrax de Móstoles Brayme de la Rua. Su construcción es de ladrillo con paredes de tapial y algunos elementos de piedra. Aparte de la torre del homenaje, destaca la barbacana o antemuralla que rodea el conjunto. En 1963 fue minuciosamente restaurado.

 

Fontiveros es el corazón y el alma de esta subcomarca abulense, tanto por su condición de minicapital económica como por ser la villa de San Juan de la Cruz, el gran poeta y místico que acompaño a Santa Teresa en su aventura reformadora del Carmelo. Su gigantesca iglesia parroquial tiene una parte romanico-mudéjar (el abside) y otra del siglo XVI: las encaladas arquerías interiores y las armaduras de la cubierta rezuman mudejarismo. Esculturas y cuadros, numerosos y de calidad nos remiten a épocas en la que esta era una de las comarcas más ricas de españa. Sobre la casa donde nació Juan de Yepes (después fray Juan de la Cruz., se ha levantado un convento de Carmelitas. Y estos días (marzo de 2007) acaba de iniciarse la construcción -en la antigua fábrica de Harinas- de un Centro sobre San Juan de la Cruz. A lo largo del casco urbano se sitúan varias mansiones nobiliarias (casa de Don Diego de Arriagá, de Cuba Maldonado, de Alonso Suarez….) y sobre todo bastantes grandes casonas que dejan entrever el pasado esplendoroso de la villa.

 

Volviendo hacia la carretera de Salamanca (la N-501) y cruzándola se llega a Narros del castillo: El nombre del lugar alude a la personalidad de sus repobladores medievales: navarros=naharros=narros. La iglesia mudéjar se alza sobre los restos de una antigua fortaleza. Como otras muchas en la Moraña, tiene dos partes: la cabecera (del siglo XIII) y la nave central de mediados del XVI. Aparte de las arquerías cruzadas del tramo recto del ábside, lo más sobresaliente son la armadura de la nave central y, especialmente, ladel sotocoro; consideradas como los ejemplos de más calidad de las cubiertas mudéjares de la provincia, gracias a su riquísima ornamentación de tradición árabe.

 

Flores de Ávila (que hace tiempo cambió su original pero ofensivo nombre de Vellacos) reúne en la calle del Pozo de la Nieve, en la plazuela del Sol y en el entorno de la iglesia la mayoría de las construcciones de tipología tradicional. Su iglesia también se levanta sobre una vieja fortaleza y sobe un templo anterior. De este primitivo templo se conserva en la fachada meridional una original portada formada por un triple arco de herradura enmarcado en un alfiz; lo demás procede del siglo XVI. El retablo del presbiterio, iniciado en 1525, acaba de ser restaurado y constituye una pieza –donde junto a las pinturas destaca un conjunto escultórico- que muestra la calidad del Renacimiento Castellano. Un curioso sepulcro, en la capilla de san Zoilo, incorpora cerámica Sevillana y Talaverana; su autor trabajo mucho en Sevilla y fechó esta obra en 1526.