Son los tambores más emblemáticos de Aragón y los más conocidos internacionalmente (Buñuel, natural de esta villa, era un gran entusiasta de esta fiesta). Entre las 12 en punto del Viernes Santo y las 2 del mediodía del Sábado, Calanda vibra literalmente con el rítmico compás de sus tambores. Cuando dos grupos se encuentran tocando ritmos distintos se enfrentan en un duelo que debe durar hasta que uno de ellos se da por vencido. Luego debe seguir al ganador tocando el ritmo de este. Una fiesta arrolladora no apta para oídos sensibles.

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Tambores hay en muchos pueblos de nuestra península y del sur de Francia, pero los de Moratalla tienen algunas características especiales que los distinguen del resto. No hay cofradías, cada tamborista sale por su cuenta, si acaso con algunos familiares y amigos. No hay uniformidad, cada cual se cose la túnica con la tela que más le gusta. Y no hay ningún recorrido fijado. Los tamboristas se desparraman durante horas y horas por todo el pueblo en una trayectoria completamente errática, hasta caer rendidos. Sin embargo algo tan absolutamente anárquico en principio termina por funcionar con un increíble orden general. Desde las cero horas del jueves santo hasta las 24 horas del viernes (y también el Domingo) los nazarenos encapuchados comienzan a tocar sus tambores de artesanía, no hay dos que suenen igual, casi de forma ininterrumpida hasta crear un ensordecedor ritmo compartido con infinitas variantes que se apodera de todo el pueblo y que se oye muchos km más allá.

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